Fragmento N°43

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Elizabeth regresó más tarde con el desayuno. La dieta de mar no suele ser ni variada ni muy suculenta, el menú eran: bizcochos, queso, tiras de carne salada y café. La Srta Hein se había tomado el trabajo de preparar ambos desayunos en dos rústicas tablas que hacían a su vez de bandejas.

Greg, sentado en su litera, no pudo evitar sentir que su bandeja estaba más descuidada y con menos cantidad que la bandeja de Nock, rió por dentro, pero no dijo nada.

Mientras la Srta Hein colocaba la bandeja sobre las piernas de Nock, Greg se dirigió a ella: —Elizabeth— (era la primera vez que la llamaba por su nombre) –¿Serías tan amable de dejarnos a solas?—

Elizabeth se sintió extraña al notar que el capitán Gregor la había llamado por su nombre, fingió indiferencia, y mientras servía a Nock, respondió sin dirigirle la mirada: —Reconozco que usted no es una persona sensible u observadora Gregor, pero hubiese creído que hasta incluso usted, habría notado que su primer oficial tiene un hombro inmovilizado, que su fiebre no baja desde hace ya un día, y que cuanto menos requiere ayuda para alimentarse.—

Nock percibió la incomodidad que oscilaba en la improvisada enfermería, intuía que Greg quería decirle algo y no encontraba el valor necesario, tragó un trozo de bizcocho y se pronunció pausadamente, esforzando su respiración: —Srta Hein…es muy amable de su parte…pero no queremos aburrirla…con anécdotas de mar y bravuconerías.—

Elizabeth, comprendiendo que algo estaba ocurriendo, se despidió de ambos con una sutil inclinación de su rostro, y se retiró sin mediar palabra.

Al cerrarse la puerta, Nock volvió a hablar:—Gregor… ¿Qué ocurre? —

Aidan Gregor había saltado innumerables veces la borda de su nave, para asaltar cubiertas atestadas de piratas salvajes. Su valor no cabía en el océano, pero aún así, no encontraba las fuerzas para decirle a Nock la verdad.

Al no encontrar respuesta, Nock insistió:—Aidan…he sido marinero…de niño…luego bajo el mando de tu padre…y ahora bajo tu bandera…—

Hizo una pausa,

—Conozco los riesgos del mar…y de la tierra…¿Por qué…no le dices a este viejo…cuanto tiempo le queda? —

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