Fragmento N°55

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Habían discutido casi toda la tarde respecto a cuáles serían sus próximos pasos. Estaba claro que apenas contaban con los recursos para llegar a Tortuga, pero el abastecimiento en la guarnición era una empresa peligrosa. La isla estaba atestada de corsarios deseosos de llevar la cabeza de El Celta en bandeja de plata al almirante de la flota española, por unas cuantas monedas de oro. Por no mencionar los espías de la Compañía Holandesa, que harían correr la voz cuando atracasen en el puerto.

Favre dio su punto de vista: —Aproximarnos por el lado sur de la isla puede ser una opción. Podríamos atracar en la bahía opuesta a la guarnición y aproximarnos por tierra hasta la ciudad. Luego con una pinaza o barcaza, llevaríamos las provisiones a la nave.— Edahi acotó:—Podría funcionar, al no entrar al puerto pasarán horas hasta que nos detecten, tal vez un día.— Greg habló:— Creo que es la mejor opción, un grupo pequeño por tierra, ingresando por la puerta sur de la fortaleza, roguemos pasar desapercibidos el tiempo necesario.— Se produjo un instante de silencio, manifestando la aprobación del improvisado plan.

Greg habló:— Esta dicho, nos queda una semana de viaje, debemos hacer los preparativos necesarios. Mañana comenzaremos a definir los detalles, no podemos permitirnos perder más hombres.— Todos afirmaron en silencio, con cierto pesar, reconociendo que un hombre en realidad era un amigo, con el cual habían compartido vivencias e historias. El recuerdo de Nock estaba aún presente. —Eso es todo— dijo Gregor.

Caminaron hacia la salida, y bajaron la escalinata hasta la cubierta. Cuando se disponían a los camarotes interiores, Greg se detuvo. —¿Ocurre algo capitán?— Preguntó Edahi.

Gregor sonrió: —Nada, tan solo quisiera ver el atardecer.— Hizo una pausa y completó:—Descansen, mañana será un largo día.— Edahi, Favre y Umbukeli desaparecieron adentrándose en las cubiertas inferiores.

Greg posó sus manos sobre la barandilla y miró el ocaso, por dentro se prometió a sí mismo que no importara cómo ni cuándo, daría su vida si fuese necesario, pero jamás volvería a perder a uno de los suyos.

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