Fragmento N°58

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Había amanecido hace ya algunas horas, Gregor había indicado que el desayuno se sirviese treinta minutos antes para aprovechar la mañana.

El carpintero del barco, había construido una pequeña plataforma flotante, compuesta por dos barriles sobre los cuales se había fijado una tabla, y sobre dicha tabla una pequeña pira de madera impregnada en grasa. La pequeña plataforma navegaba a la par de El Retiro guiada por una cuerda que la conectaba a la nave.

Greg había alistado a sus hombres sobre la cubierta y los había distribuido en pequeños grupos de no más de cinco.

Cuando era su turno, el grupo formaba en posición en una sección de la borda. Tras de ellos se habían montado arcos y carcaj con numerosas flechas.

Cada hombre tomaba un arco y disponía de diez flechas para acertar al blanco. La tarea no era simple, los barriles se movían al compás del mar y su trayectoria no era uniforme. Para motivar a sus hombres, el grupo accedía a una ración doble de ron si en cada ronda acertaba al menos 45 flechas que les correspondían.

Los primeros cinco hombres dieron un paso al frente, entre ellos estaba el marinero Arthur. Tomaron sus arcos y calzaron las flechas sobre las cuerdas, cuando se disponían a tensarlas para apuntar, Elizabeth emergió desde la cubierta inferior.

Los cinco giraron para verla caminar por la cubierta, y Greg tuvo que fingir que tosía para que volvieran a su actividad.

Elizabeth se acercó a Greg y consultó:—¿Arcos y flechas?, ¿nos hemos quedado sin pólvora?.— Greg rió:—Las armas de fuego pueden ser muy útiles y mortales, pero presentan algunos inconvenientes, verá usted….— Justo en ese instante fue interrumpido por el crujido que se generó cuando los marineros tensaron las cuerdas al máximo, exigiendo la madera de cada arco, y un zumbido similar al que produce un látigo, se oyó cuando las cuerdas se liberaron y dejaron escapar las flechas contenidas.

Elizabeth siguió con su vista las flechas hasta que prácticamente todas impactaron en los barriles que se encontraban a unos 250 pies de distancia.

Volvió a observar a Greg y preguntó:—¿Puedo intentar?—

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