Fragmento N°59

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Greg dijo:— Como usted guste— e hizo un gesto a Arthur para que este le entregara el arco.

Elizabeth sujetó el arco con una mano y tomó una flecha del carcaj, alzó los brazos para apuntar, su cuerpo no soportaba la tensión que generaba sostener la cuerda, y se tambaleaba, finalmente liberó la cuerda y la flecha salió volando de manera errática hasta caer al agua lejos de los barriles.

Se oyeron risas, y ella furiosa dijo: —Quiero intentar de nuevo—

Greg se acercó:—Si queremos evitar que alguien salga herido, debo tomarme el atrevimiento de darle algunos consejos.—

Hizo un gesto con su mano para que Elizabeth le entregara el arco, y luego habló: —Primero, la postura, el cuerpo del arquero debe formar parte del arco, si te encuentras tensa o dudas, el arco sentirá tu duda o transmitirá tu rigidez—

Elizabeth irónicamente comento: —¿Ahora los arcos sienten?—

Greg respondió con una sonrisa: —El escepticismo y la ironía no serán de utilidad, sugiero dejarlos de lado.—

Se colocó a sus espaldas y luego dijo: —La postura, tus pies estan muy juntos, necesitas mayor superficie.— y colocó uno de sus pies entre los de ella, empujando con un sutil movimiento al pie derecho de Elizabeth hasta que sus piernas quedaron más abiertas.

Luego, Gregor extendió sus brazos en un abrazo y colocó el arco frente a ella:—Ahora tome el arco, yo guiaré tus movimientos.—

Ella tomo el arco, y las manos de Gregor se posaron sobre las suyas, guiando sus brazos como si fuera una marioneta.

—Debe relajarse — dijo Greg.

Elizabeth oía la voz de él tras su cabeza, y la respiración en su oído, sentía el pecho de Gregor presionando sobre su espalda, mientras este hablaba.

Greg prosiguió:—Ahora sí, tense la cuerda, y sienta la fuerza contenida.—

Las muñecas de Greg rozaban las suyas, y sus cuerpos estaban casi entrelazados mientras él le daba indicaciones, súbitamente Elizabeth perdió el control y la flecha salió catapultada, con más fuerza pero aún sin dar en el blanco.

—Bien, mejor, pero debe practicar – dijo Greg

Elizabeth sonrió, su cuerpo no le respondía, y por dentro sentía un fuego como el mismísimo sol abrazador del caribe.

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