Fragmento N°62

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La andana superior era un espacio estrecho, de no más de cuarenta pies de alto, dónde cualquier hombre promedio debía inclinarse para moverse a través de ella.

La batería estaba conformada por once cañones de cuarenta libras distribuidos a lo largo de toda la andana, cada cañón reposaba con sus muñones y costuras sobre la cureña, algo similar a un pequeño carro de madera con ruedas macizas diseñado para controlar el retroceso del cañón.

La cureña estaba sujeta con aparejos llamados palanquines, que sostenían el cañón para contener el retroceso.

Había un equipo de ocho marineros a cargo de cada cañón, liderados por un cabo en el extremo. El grupo de siete se distribuía las tareas que involucraba la constante alimentación del voluminoso cañón. Por cada disparo el cañón reculaba y quedaba en posición de recarga, dónde dos marineros colocaban el cartucho y el proyectil, mientras otros cuatro colocaban el cañón en posición de disparo nuevamente, tirando desde los palanquines, mediante un sistema de poleas jalaban del cañón hasta que la punta del mismo se asomaba por la tronera y quedaba para disparar nuevamente.

Finalmente, el cabo le indicaba al encargado de apuntar, que ajustara la elevación o inclinación, mediante un sistema de cuñas. Si la inclinación era la correcta, el cabo gracias a un largo punzón colocaba la mecha encendida en el orificio para que la pólvora haga ignición y el cañón fuese disparado.

Habían botado una serie de barriles, esta vez pintados de diferentes colores. Qué funcionarían como blancos para la práctica de tiro.

En las baterías, Greg, Edahi y Favre funcionaban como cabos cada uno en su respectivo cañón. Elizabeth había sido asignada en la batería a la izquierda de Greg, se le había indicado que funcionara de cabo para su respectiva cuadrilla, pero mientras Greg hacía los preparativos finales para su grupo, notó que ella se había colocado en un costado con un cartucho en la mano en la posición de recarga, mientras daba indicaciones a su cuadrilla.

Todo estaba listo para comenzar, y cada cabo tenía sus cuentas en la mano para contabilizar la totalidad de disparos de cada grupo.

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