Fragmento N°76

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El contacto con los labios de Elizabeth generó en Greg una explosión de sensaciones ya olvidadas por él. Suaves y delicados, parecían tener el poder de detener el tiempo y abstraer la mente de un hombre.

Greg nunca supo qué lo llevó a hacerlo, pero para cuando su mente intentó recapitular, ya era demasiado tarde. Dejó llevar su mente, mientras sus brazos rodeaban a Elizabeth y sus cuerpos se estrechaban aún mas.

Súbitamente, Elizabeth dió un paso hacia adelante y lo acorraló contra la pared, sorprendiéndolo totalmente. Greg rió por dentro, un fuego similar al de mil cañones descargándose al mismo tiempo invadía su cuerpo.

La mano de Elizabeth subió para tomar su mentón cuando se escuchó una voz dentro del pequeño habitáculo.

Arthur fingió toser y luego aclarando su voz dijo: —Perdón la interrupción capitán, pero no quería ser testigo de algo “mayor”. Con gusto me retiraría pero no estoy en condiciones de moverme por mis propios medios.—

Una sonrisa se dejó ver entre las vendas de su rostro mientras encogía los hombros exhibiendo el cabestrillo que lo maniataba. —Además, me preocupa que deba esperar a que terminen para que alguno de ambos recuerde traerme la cena.—

Greg rio:—Parece ser que te has recuperado. Tragar algo de agua de mar te ha revitalizado.—

Arthur sonrió:—En realidad, estoy exhausto, me arden los músculos, y tengo temor de tocar las vendas que recorren mi rostro, pero temo más aún desvanecerme de fatiga y dejarlos solos en este cuarto.—

Elizabeth sonriendo dijo:—No te preocupes Arthur, nos iremos y me encargaré de que alguien traiga tu cena.— Elizabeth se dirigió a la puerta, pero Greg se acercó a Arthur.

Dijo:—Me alegro de que estés bien, pero si vuelves a trepar un aparejo en plena tormenta sin un cabo de seguridad, yo mismo te colgaré de las pelotas.—

—Si lo pone en esos términos capitán, creo que recordaré hacerlo la próxima— aclaró Arthur.

—Así me gusta— dijo Gregor y giró para retirarse.

Fue a la puerta, y tanto Elizabeth como él desaparecieron cuándo esta se cerró.

Arthur se recostó, cerró los ojos, pero creyó oir un ruido en el pasillo que lo distrajo.

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