Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
El atardecer aceleraba su paso, a un ritmo lento pero predecible, de manera que, si un hombre fijaba su vista sobre el sol podía percibir como este se iba recostando lentamente sobre el mar, poco a poco.
Sobre el horizonte, podía verse la figura de una isla, con algunos morros asomando de manera abrupta sobre su plana figura.
La fortaleza de Tortuga no lograba vislumbrarse aún, ya que El Mercurio se aproximaba por el lado sur de la isla, enfrentando la cara opuesta de la ciudadela.
El trayecto hasta la fortaleza había sido notoriamente calmo, ninguna nave amiga o enemiga avistada, y un clima benevolente, lo cual les había dado tiempo para planificar los siguientes pasos.
Piet Hein se encontraba en el puente, firme, observando el horizonte mientras el oficial Roger recitaba la parte del plan que estaban repasando en ese momento.
Roger se explayaba con un pequeño mapa desplegado en un atril que habían colocado en el puente: —Dejar la nave en el puerto pondría en alerta a la ciudad, en pocas horas cualquier mendigo estará notificado de nuestro arribo, lo cual pondrá en aviso al Celta en cuanto ponga un pie sobre el muelle.—
Hein asentía sin emitir sonido.
Roger continuó: — El arrecife sobre el lado Oeste de la isla está oculto detrás de una pequeña península que se adentra en el mar. Desde allí somos prácticamente invisibles a cualquier nave que se aproxime por el este, norte o sur.—
Hein consulto: — ¿Cuantos hombres desplegaremos en tierra?—
Roger respondió con rectitud: —Doce hombres armados bajo mi mando, en una pinaza, haciéndonos pasar por pescadores. —
—¿Y luego en tierra?— intimó Hein.
Roger sin dudarlo prosiguió, habían repasado el plan mil y una vez:—Divididos en dos grupos, uno infiltrado en el mercado y otro en la taberna, hasta que obtengamos indicios de la presencia del Celta.—
Hein giró para dirigirle la mirada a Roger, el hombre era imponente, su cabello rojizo le daba el aspecto de un niño, pero su estatura y contextura estaban lejos de ser la de un hombre promedio.
Piet Hein dijo:—Lo quiero con vida, para poder arrebatársela con mis manos.—