Fragmento N°90

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Edahi volvió a insistirle a su capitán: —Señor, debemos irnos.—

Gregor no lograba enfocarse, intentó ponerse de pie, pero cayó sobre la mesa que se encontraba a su lado. Haciendo un esfuerzo notable, se irguió colocando ambas manos sobre uno de los taburetes que se encontraba alrededor.

Enfocó su vista, y lentamente sus ojos le transmitieron una visión más clara de lo que estaba ocurriendo. El lugar se había vaciado en un santiamén, un hombre se encontraba desparramado sobre el suelo, inmóvil, con su rostro inmerso en un manchón carmesí que cubría gran parte de piso. El mesero de proporciones exorbitantes se encontraba en plena riña con otros cuatro sujetos. Los compañeros del primer individuo se habían lanzado sobre Roger, y trataban de propinarle la mayor cantidad de golpes posibles. Uno de los sujetos se encontraba montado sobre su espalda, con su brazo bajo el cuello, haciendo un esfuerzo por asfixiarlo, mientras los otros tres trataban de derribarlo y esquivaban los golpes del mismo Roger.

Greg alzó su mano y tomó su propia quijada, mientras decía:—Ese mal nacido, me derribó de un solo golpe.—

Edahi nervioso volvió a hablar;—Capitán, no pinta bien, debemos irnos.—

En ese instante Greg se percató que la puerta detrás del mostrador principal se abría.

De ella emergieron cuatro sujetos, tres aparentaban ser marineros regulares, portaban mosquetes con su mecha encendida, llevaban insignias, pero Gregor no llegó a vislumbrar a que nación o destacamento pertenecían. El cuarto, tenía un porte más refinado, era algo más bajo que los otros, por el uniforme fue evidente que su rango era superior, portaba pistola, pero lo que más llamó la atención de Greg fue su mirada, su vista se fijó en Greg, como si él fuese lo único en la habitación, ambas miradas se conectaron y Gregor sintió como si la muerte posara sus ojos sobre él.

Edahi tomó el taburete y lo arrojó sobre la ventana más próxima, tirando de la mano de Greg, dijo:—¡Por aquí capitán!—

Dos pasos los separaban de la ventana, ahora rota. En el mismo instante que ambos atravesaron el umbral en caída libre, cuatro disparos tronaron a sus espaldas.

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