Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
En un debate sin sentido, Hicks y Smith discutían a la sombra de una palmera, no recordaban que había desencadenado la disputa, pero ambos hombres habían encontrado en el insensato debate una buena manera de matar el tiempo en tanto aguardaban el regreso de Gregor y Favre.
Junto a Umbukeli, se encontraban en la costa oculta en el extremo opuesto de la isla, habían terminado de embarcar las provisiones en El Retiro. Solo un bote aguardaba semi encallado en la arena, a la espera de que el capitán y el oficial regresaran.
Los acompañaban los dos porteadores que Umbukeli había contratado para transportar las chucherías que Favre adquirió a último momento en el mercado, mientras el mayor de ellos terminaba de amarrar las cajas al bote con una cuerda, el pequeño esclavo Mnyma interpelaba a Umbukeli.
—¿Puedo tenerla?— consultó, señalando el sable que pendía de la cintura del somalí.
Umbukeli sonrió, sus dientes blancos como el coral contrastaban notoriamente con el color de su piel. Tomó la empuñadura, desenfundó, y con un gesto exagerado, hizo una reverencia colocando el sable sobre la palma de su mano izquierda, mientras sostenía la empuñadura con la derecha.
Entusiasmado, Mnyma se abalanzó y tomo la empuñadura con ambas manos.
Umbukeli lanzó una carcajada cuando Mnyma tambaleó en un intento por sostener el peso, sin resultado, ya que el sable debía pesar la mitad de su propio cuerpo.
Mnyma dijo: —¡Es muy pesada!— mientras hacía una mueca en su esfuerzo por sostener el sable.
Umbukeli negó levemente, e hizo un gesto al niño para que le devolviese su arma.
Al entregársela, Mnyma se cruzó de brazos y mirando hacia un costado dijo: —He visto mejores …—
Umbukeli enfundó, y examinó su cintura para extraer una daga, luego extendió su brazo ofreciéndosela a Mnyma.
El joven esbozó una sonrisa emocionada, tomó la empuñadura y comenzó a realizar cortes en el aire mientras correteaba y lanzaba amenazas a un enemigo imaginario.
La sonrisa de Umbukeli se esfumó rápidamente al oír pasos y voces detrás de él.
Al voltear, vio como entre la espesura emergían Greg y Favre, pero no vio rastros de Edahi.