Fragmento N°99

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Embarcar las provisiones había demorado más de la cuenta, Arthur había insistido en cumplir al pie de la letra las indicaciones de Greg. Estas indicaban que en todo momento los cañones de babor y estribor deberían estar listos para entablar combate, lo cual implicaba que cada cañón esté provisto, con su mecha lenta y una guardia mínima lista para disparar y servir la batería.

Esto dejaba a Arthur con tan solo la mitad de la tripulación disponible para la carga y descarga.

En un camino invisible sobre el agua poco profunda hasta la costa, una decena de pequeños botes iba y venía hasta El Retiro, trayendo provisiones y volviendo vacíos para ser nuevamente atiborrados de víveres en la playa.

Luego de unas arduas horas, el último bote había regresado, y su contenido estaba siendo embarcado mientras Arthur observaba la costa lejana desde el alcázar con su catalejo.

Aun poseía el cabestrillo que inmovilizaba su hombro dislocado.

Su hombro inmovilizado le impedía sostener el catalejo eficientemente, pero de todos modos se las había ingeniado para utilizarlo con un solo brazo, lo cual le daba una apariencia graciosa de malabarista para quien lo observase.

Desde la cubierta Elizabeth consultó:—¿Hay novedades?—

Arthur sin despegar el ojo del ocular respondió:—Srta Hein, así como en las demás veces que me ha consultado, debo reiterarle que no hay novedades.—

Hizo un suspiro, aparto su vista del ocular, y colocó el catalejo bajo su brazo:— Volverá Srta Hein, es cuestión de tiempo, no debe preocuparse.—

Elizabeth se encontraba dubitativa, sostenía un cuaderno desgastado sobre su pecho con ambos brazos cruzados, como si estuviese abrazándolo.

Durante toda la tarde había inventariado las provisiones para llevar un riguroso control de la vital mercancía.

Su mirada se había quedado fija en el horizonte, meditando sobre del paradero de Gregor, cuando la voz de Arthur la interrumpió.

—Allí esta señorita, le dije que no debía preocuparse. — Arthur se encontraba nuevamente inspeccionando la costa con su catalejo.

—¿Lo ve?— consulto Elizabeth.

Arthur musitó:—Mmmm, algo no anda bien, no logro divisar al Sr Edahi.—

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