Fragmento N°170

Lee la historia completa desde el Fragmento N°1

Sentía un gran aprecio por esos hombres a los que apenas conocía, en ellos había encontrado una pausa al dolor y sufrimiento que la habían atormentado durante los últimos años. Pero su cuerpo se destrozaba por dentro, sumida en un conflicto por lo que se encontraba a punto de hacer.

Inmaculada, camuflando su fragilidad, volvió a dirigirse a los que ahora veía como sus hombres, dijo:—¡Solo hay una oportunidad, a mi señal!— Se inclinó junto a Smith, ambos estaban junto al pie del cañón, la cuadrilla había tensionado los palanquines dejando la culebrina en su punto de tiro, asomando por la tronera lista para expulsar el proyectil. Elizabeth notó que estaban demasiado cerca, y el disparo impactaría a la altura de la cubierta, donde el casco del galeón era sustancialmente más grueso.

Alzando su voz, indicó:—Justo sobre el mascarón.—

Elizabeth inclinó su cabeza para observar por sobre la culata del cañón, extendiendo su vista a lo largo del cuerpo de hierro, proyectando la trayectoria del disparo y calculando donde impactaría. El mascarón de la nave holandesa estaba decorado finamente por la silueta de una dama elegante con sus brazos extendidos, al pie de dicha escultura, unos adornos simulaban un pequeño oleaje que cubrían los pies de la mujer. Detrás de la figura, el casco era débil, ya que el combate solía exigir los laterales de las naves, y poco era el reparo que se tenía para blindar la proa. Por sobre la figura de la dama con sus pies en las olas, se erguía el bauprés, como una lanza que quedaba extendida más allá de la estructura de la nave, y sobre la cual pendía la vela de cebadera.

Elizabeth se dirigió a Smith:—Está muy alto, necesito al menos cinco grados de inclinación hacia abajo.— Rápidamente Smith acomodó una de las cuñas, y el extenso tubo de hierro descendió su boca levemente.

Elizbeth volvió a Exclamar:—¡A mi señal!— Los detalles de la dama sobre las olas era muy minuciosos, Elizabeth pudo apreciar las ondulaciones de su cabello, y los rasgos sobre su rostro.

Cuando la dama quedó de frente a la boca de su culebrina, ella indicó a viva voz:—¡Fuego!—

Deja un comentario

Descubre más desde El Llamado del Ocaso

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo