Fragmento N°25

Lee la historia completa desde el Fragmento N°1

Nock estimó que algún marinero, en un acto de distracción, había accionado accidentalmente el pedernal de su mosquete, disparando involuntariamente. Al darse la vuelta buscando el origen, tuvo un paneo confuso de la situación.

Tres hombres que custodiaban los botes se encontraban de pie con sus mosquetes alzados en dirección a la jungla. Sobre la arena, semi oculto bajo unos pocos centímetros de agua costera, se encontraba Coise, y a su alrededor un manchón carmesí, que se movía al compás del suave oleaje.

Nock logró ver como un puñado de puntos negros emergía de la selva costera, se elevaban al cielo, y comenzaba a descender rápidamente sobre los hombres estacionados en los botes. Imaginó que sería una parvada de aves, pero al distinguir la velocidad y el ángulo de la trayectoria, comprendió que se trataba de flechas.

Gritó: —¡Nos atacan, a las armas!—. Instante seguido, observó cómo la nube de proyectiles lanzados por los nativos descendía sobre sus hombres impactándolos casi al mismo tiempo en el cual estos descargaban una ráfaga de sus armas sobre la línea de vegetación costera.

Tomó su alfanje, lo desenvainó, y corrió hasta los hombres heridos.

—¡A los botes, debemos volver a la nave!— vociferó mientras intentaba reanimar a Coise justo cuando una flecha lo alcanzó en su hombro, a la altura del omóplato. El impacto lo hizo caer de frente al agua, y le arrebató el alfanje de la mano.

Al girar para defenderse, vio como uno de los nativos se lanzaba sobre el con su mācuahuitl extendido en el brazo. Nock buscó su alfanje en vano, vio su vida pasar delante de sus ojos, intentó incorporarse, para aguardar la muerte de frente, pero sin resultado, la herida lo había inmovilizado.

Entonces oyó la descarga de un mosquete casi detrás de su cabeza, y frente a él, el nativo dio un salto abrupto hacia atrás al ser impactado en el cráneo.

Giró para ver el origen del disparo. Sobre las vigas recolectadas amarradas en el bote, estaba la Srta Hein, había tomado la bandolera y el arma de unos de los hombres muertos, y con una celeridad digna de un fusilero real, estaba recargando para volver a disparar.

Deja un comentario

Descubre más desde El Llamado del Ocaso

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo