Fragmento N°311

El Filo del Tiempo

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Ella volvió a leer la última frase y se preguntó: “¿La verdad?”. Pero su ansiedad fue más fuerte y se vio obligada a cambiar de página rápidamente.

El libro era sumamente delicado a causa del tiempo transcurrido, cada vez que giraba una página parecía que iba a desprender por completo un trozo de papel de la hoja.

El siguiente párrafo comenzaba: “Todo comenzó en mayo del año 1601 de nuestro Señor. Nos encontrábamos apostados en el Cabo de Buena Esperanza, aprovisionándonos antes de retomar nuestro viaje a Inglaterra. La mañana del 3 de mayo, una nave entró a la bahía, se trataba de un galeón desvencijado, de apariencia descuidada, aparentemente castigado por alguna tormenta o marejada que había exigido al extremo sus aparejos.

El Cabo era una buena zona para estacionarse y acondicionar una nave antes de hacer el trayecto final a Europa. Pero era visitado por numerosos piratas en busca de presas fáciles. Por esa razón habíamos montado un campamento en tierra firme mientras hacíamos algunas reparaciones y llenábamos los toneles de agua dulce.

Esa mañana, al entrar a la bahía, la nave pasó lejos de El Retiro, al menos lo suficientemente lejos del alcance de sus cañones. Por el largavista pude ver el nombre que se exhibía en su casco, se llamaba Mauritius. Una bandera desgastada de las provincias unidas flameaba en lo alto del palo mayor.”

Inmediatamente Elizabeth reconoció de que nave se trataba, la historia del Mauritius era parte de la cultura popular de las provincias unidas, había sido la primera embarcación neerlandesa en circunnavegar el globo.

Su curiosidad aumentó y continuó leyendo: “No planeábamos estar demasiado tiempo en Buena Esperanza, nuestro plan era partir a la mañana siguiente, pero esas veinticuatro horas fueron decisivas para lo que sucedería luego.

La nave neerlandesa amarró en el extremo opuesto de la bahía. Yo me encontraba preparándome para comenzar la jornada y ultimar los detalles que restaban antes de que zarpáramos, aún restaba cargar algunos pertrechos antes de que diéramos por finalizada nuestra estadía en el Cabo. Habíamos aprovechado la calma para hacer descender algunas provisiones y acomodar mejor el espacio de la bodega.

Como todas las mañanas, me dirigí a mi tienda para despedirme de Megan, tu madre. Odiaba alejarme de ella cada día, pero tu parto no fue fácil Aidan, y Fausto nos recomendó con énfasis que tu madre debía hacer reposo en la playa, sin hacer movimientos bruscos.

Luego de despedirme de ambos, regresé a la playa, allí se encontraba de pie Edahi, Favre y Umbukei. Favre fue el primero en hablar esa mañana:—Algo me huele mal capitán.— fueron sus palabras.
Solo por precaución ordené:—Que todos los hombres se alisten, no queremos sorpresas de nuestros nuevos visitantes.—

Inmediatamente, una pequeña lancha se desprendió del Mauritius y se dirigió hacia tierra.

Llegó a la costa a varios cientos de pies de donde nos encontrábamos, pero pude ver con claridad a los tres hombres que luego de tocar tierra comenzaron a caminar hacia nosotros.

Al verlos de cerca, tuve una primera impresión, tal vez algo apresurada. Puede notar el rostro de agotamiento y desesperación que lucían esos hombres.

En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca como para oírme, grité:—¿El mar los ha maltratado al parecer?—

El que parecía ser su capitán respondió en perfecto inglés:—Si tan solo fuera el mar.—

Comencé a caminar hacia ellos, frené a unos cinco pasos de distancia diciendo:—¿Mal viento?¿Piratas?— consulté.

El capitán dijo:—Es una historia larga, que con gusto contaré si me invita un trago.—

—Creo que es lo menos que puedo hacer por usted.— dije, en ese momento no sonaba una mala idea, pero ello conllevaría terribles consecuencias.

Hice traer unas sillas y nos sentamos junto a ellos bajo la sombra de los arbustos costeros, el sujeto se sentó frente a mí y junto a sus dos oficiales. Edahi, Favre y Umbukeli se sentaron a mí lado, enfrentando a los dos oficiales que acompañaban al capitán neerlandés.

Extendí una jarra de cerveza, era demasiado temprano para mi, pero el sujeto tomó la jarra y dijo: —Capitán Olivier Van Noort a su servicio.— acto seguido bebió la mitad del líquido espeso y amarillento.

Francis Edward Gregor, para servirle. — me presenté.

En muy pocos minutos me contó gran parte de su historia, en realidad era parte de una flota de cuatro naves, y el Mauritius era la única sobreviviente. Formaba parte de una expedición que buscaba circunnavegar el globo y se encontraba en su último trayecto rumbo a Rotterdam. Pero desde que el viaje comenzó, las penurias habían azotado a la flota, y luego de diferentes motines, ataques de piratas y nativos, apenas habían sobrevivido unos sesenta tripulantes de los casi trescientos originales.

La expedición tampoco había logrado beneficio comercial alguno, sus bodegas estaban vacías, habían agotado sus suministros, municiones, pólvora hace semanas. Y se habían visto obligados a vender las pocas mercancías obtenidas en los mercados de Asia y Oriente.

Recuerdo sus palabras finales, con su voz temblorosa y entrecortada dijo:—Tal vez una tormenta que nos envíe al fondo del mar sea lo mejor que pueda pasarnos. En cuanto lleguemos a Rotterdam, nuestros acreedores pedirán mi cabeza por los resultados obtenidos.—

—A no desesperar hombre, la buena fortuna sonríe cuando uno menos lo espera.— fue lo único que pude decir en ese momento. Luego Olivier Van Noort vació su jarra y se puso de pie diciendo:—Agradezco la invitación Edward, si no le molesta, debo permitirles a mis hombres bajar a tierra y aprovisionarme de agua dulce antes del último tramo hasta Rotterdam.—

Me erguí y dije:—No será molestia para nosotros darles algunas raciones de nuestra bodega, estamos cubiertos para lo que resta de nuestro viaje, y al parecer a usted le vendrán mejor en este momento.—

Olivier Van Noort estrecho su mano diciendo:—Estaré más que agradecido, jamás podré compensarle el gesto, es usted un gran caballero Edward.—

En neerlandés extendió su mano hacia uno de sus oficiales diciendo:—Puede contar con el oficial Hein para coordinar la carga, yo debo regresar con mis hombres.—”

Elizabeth frenó abruptamente la lectura y volvió a leer estupefacta: ”…oficial Hein…”

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

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